Córdoba del Tucumán
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La ciudad de Córdoba, a pesar de ser el fruto de una desobediencia primera y de los trágicos sucesos que culminaron con la ejecución de sus primeros gobernantes, pudo desarrollarse merced a su acertada ubicación como la pujante urbe de hoy.

Jerónimo Luis de Cabrera, designado gobernador del Tucumán en 1571 por el virrey del Perú, Francisco de Toledo, había recibido de éste mandato para fundar una población en el valle de Salta. Pero el fundador no podría sino incurrir en una desobediencia que le sería fatal, al estar dominado por la idea de erigir una ciudad que fuera nexo de unión con el Río de la Plata y el Atlántico.

Acompañado de su esposa y sus hijos, a quienes dejó en Santiago del Estero, adelantó a su lugarteniente Lorenzo Suárez de Figueroa para hacer un relevamiento de los parajes donde se ubicaría la nueva fundación.

Gracias a las noticias del adelantado y de los indígenas se decidió por una barranca que dominaba el río Suquía (o de San Juan, según el santoral del día en que llegó), en una comarca de excelentes pastos y mucha caza, gran cantidad de bosques, dominando el valle de la Punilla entre dos cordones de sierras de mediana altura.

Según comunicara al virrey Toledo, su idea había sido poblar en la mejor y más rica zona que había encontrado, entre la cordillera de Chile y el Río de la Plata, en medio de dos ríos que entran en el Río de la Plata, pretendiendo fundar también un puerto sobre el río Paraná (San Luis), por donde se pudiera ir a España en corto tiempo sin peligro de corsarios, tanto desde el Tucumán, como del Paraguay, Chile y Perú.

Plantado el rollo fundacional, como símbolo de justicia, e indicado el escudo de armas, Cabrera marcó los solares para la plaza y la Iglesia Mayor. Eligió el primer cabildo y le tomó juramento, nombrando también otros funcionarios.

La traza del fundador tenía diez cuadras de largo por siete de ancho, con cuatro solares por cuadra, según el trazado de todas las ciudades hispanoamericanas. Las calles eran de treinta y cinco pies de ancho, siendo en total doscientos ochenta solares. Al convento de San Francisco le otorgó dos solares, y uno a las otras congregaciones religiosas.

Al año siguiente, viendo Cabrera que el sitio elegido ofrecía dificultades para la normal subsistencia de los conquistadores, dispuso el traslado del rollo a la otra banda del río a pocas leguas de distancia, respetando el trazado y disposición original de los solares.

El traslado de la ciudad se fue haciendo en medio de un turbulento proceso. El virrey Toledo no perdonaría la desobediencia de Cabrera en la elección del sitio de fundación, designando en su reemplazo a Gonzalo de Abreu, incluyendo que en 1575 encargó la fundación de una nueva ciudad en el valle de Salta, Jujuy o Calchaquí al capitán Pedro de Zárate.

Mientras el nuevo gobernador arribaba a Córdoba, Cabrera había partido hacia el Paraná donde fundaría el Fuerte de San Luis. A su regreso, fue encarcelado y remitido a Santiago del Estero donde debió enfrentar un sumario con graves acusaciones de parte de Abreu, resultado del cual sería su cruel ajusticiamiento.

De cualquier modo, Abreu no cambió la ubicación del sitio definitivo designado por Cabrera, aunque llevó a la mayor parte de los vecinos a conquistar y poblar el valle de Salta, lo cual retardaría enormemente el traslado.

El fracaso de Abreu en el valle de Salta, las premuras de Suárez de Figueroa -antes lugarteniente de Cabrera y luego de Abreu- respecto a continuar con el traslado y distintas vicisitudes hicieron que paulatinamente se edificara la nueva villa según los planes originales.

El Tucumán sería terreno fértil para ejecutar venganzas por ofensas o agravios recibidos en España o en las guerras civiles del Perú. Los hechos de sangre en esas remotas comarcas americanas fueron comunes en esos días. El nuevo gobernador del Tucumán, Hernando de Lerma, luego fundador de Salta, haría apresar y ajusticiar a su predecesor, Gonzalo de Abreu. A su vez, sufriría prisión por obra de su reemplazante, Juan Ramírez de Velasco, luego fundador de La Rioja.

La mayoría de las familias de los conquistadores que moraban en la villa de Córdoba, tuvieron chacras en la campaña, dispuestas para los cultivos destinados al consumo familiar. En 1582 había unos cuarenta vecinos encomenderos de unos seis mil indios; habiendo aumentado a 60 a principios del siglo siguiente. El tratamiento que recibieron los indios encomendados de parte de los españoles fue benigno, por cuanto aquellos eran de índole pacífica.

Córdoba llegó a ser metrópoli del Tucumán, viéndose pronto sus caminos transitados por comerciantes, arrieros, aventureros y soldados que arribaban a ella en busca no solo de posesiones materiales, sino de la quietud de sus monasterios o la sabiduría de sus aulas.

De hecho, en 1613 se fundó en ella la segunda universidad de América del Sud (después de la de San Marcos de Lima) gracias a la iniciativa de la Compañía de Jesús, que ya había erigido el Noviciado y el Colegio Máximo. Al cabo de pocos lustros, la universidad ya sería famosa, siendo comparada al siglo siguiente con la de Salamanca y la Sorbona.

Más tarde, a la ciudad se la conocería como "la docta" Córdoba.

Y continuaría creciendo hasta convertirse en la pujante urbe de la actualidad, que ostenta el sitial de segunda ciudad de importancia de la República Argentina. La desobediencia primera signada por la fatalidad, produjo en este caso un fruto venturoso.

Lic. José Oscar Frigerio


Basado en:

Carlos Luque Colombres, "Córdoba. La primera desobediencia: la fundación", Colección 500 años de Historia Argentina, Ed. Abril, Bs. As., 1988.

Efraín U. Bischoff, "Historia de cuatro siglos de Córdoba", Banco Social de Córdoba, Cba., 1974.


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